La iglesia

Iglesia de San Nicolás

 

El templo se emplaza en el histórico barrio del Albaicín de Granada, ocupando la totalidad de una manzana cerrada de forma irregular, delimitada al norte por la calle Espaldas de San Nicolás, al este por la prolongación del Mirador de San Nicolás (Cuesta de las Cabras), al sur por la plaza Mirador de San Nicolás, donde existe una espectacular panorámica de la Alhambra, y al oeste por la Plaza del Cementerio de San Nicolás en la que se sitúa el aljibe.

La iglesia de San Nicolás fue levantada intramuros del barrio de la Alcazaba Qadima del Albaicín que constituía el más primitivo asentamiento islámico de la ciudad. Se sitúa en un lugar privilegiado como cima de la loma que ocupa, perfectamente orientada (presbiterio hacia levante), constituyéndose en una referencia singular del entorno.

Al parecer, para su construcción se aprovechó el solar de una mezquita musulmana, llamada por Gómez-Moreno la Gima o mezquita azitiní, aun cuando la existencia de esa mezquita está por confirmar. En cualquier caso, la utilización de maqabrillas (fragmentos de lápidas de los cementerios musulmanes) como material de construcción en la base de los muros, corrobora la hipótesis de que la iglesia cristiana se levantó ex novo desde sus cimientos, sin aprovecharse, si es que hubieran existido, los restos de una mezquita anterior.

Finalizada en 1525, se completó con la torre-campanario en 1543, manteniendo su trazado hasta finales del XVIII en que, primero con la construcción del camarín (1777-1790) y luego con la ampliación del cuerpo de entrada (1790-1830), alcanza su configuración actual. La casa parroquial estuvo anexa al testero este, pero tras su cesión al Ayuntamiento fue demolida en la segunda mitad del siglo XX.

La iglesia ha llegado hasta nuestros días muy transformada debido a numerosas intervenciones y a las catástrofes sufridas. La descripción más fiel de su estado primitivo corresponde a la realizada por Gómez Moreno en 1892: «Consta de una sola nave, atravesada a techos iguales por cuatro arcos apuntados que descargan sobre ménsulas; los dos tramos superiores están cubiertos con bóveda de crucería gótica de piedra, y la del testero se reduce a forma semioctogonal por medio de pechinas, disimulando la carencia de capilla mayor; los otros dos arcos de la nave son de ladrillo y apean sendos tramos de techo a dos faldones, cuya diferencia de cubiertas debió usarse para enriquecer más la parte superior. Los espacios entre los estribos fueron aprovechados para capillas, volteando arcos ojivales de unos a otros; las cuatro altas tienen sencillas bóvedas de crucería y las otras, techos de colgadizo. La puerta de los pies es un arco ojival, en el costado izquierdo hay otra de la misma forma y la del lado opuesto, única en uso, ha sido reformada este siglo, añadiendo por fuera algunas dependencias (…)»

En su Guía, Gallego Burín hace también referencia al inmueble: «…la Iglesia de San Nicolás, destruida por un incendio, en la revuelta del 10 de agosto de 1932. Fue erigida parroquial en 1501, suprimida en 1842 y agregada a la de San José. Dominaba la alcazaba y era de las más bellas Iglesias del Albaicín, ofreciéndose, desde la plaza que ante ella se extiende, uno de los más espléndidos panoramas: la ciudad y la vega a la derecha y, al frente, la Alhambra y el Generalife, con la Sierra Nevada por fondo».

El templo, arruinado tras el incendio, sufrió importantes daños adicionales al ser usado como cantera y escombrera por los vecinos y afectado por las propias inclemencias meteorológicas que incrementaron aún más los perjuicios.

No fue hasta 1947 cuando se iniciaron los trabajos de cubrición de la iglesia, si bien, con escasa calidad tanto en el material como en el sistema constructivo utilizados. Las obras se suceden con parcos recursos económicos durante varias décadas, reabriéndose el templo en 1984.

Sin embargo, los trabajos realizados durante esos años no fueron suficientes para mantener el inmueble en funcionamiento por lo que, tras varias reparaciones, debió cerrarse nuevamente al culto en 2010, al producirse varios hundimientos en las cubiertas; con anterioridad ya se había clausurado la zona del altar mayor.

La torre campanario presenta su acceso desde una de la capillas laterales (situada en la esquina suroeste) y tiene completamente rehechas las escaleras y plataformas intermedias con chapa y estructura metálica y el primer tramo con peldañeado de ladrillo. La escalera, de un tramo por planta con mesetas partidas en los extremos, se desarrolla adosada a la cara de poniente excepto en la última planta en la que ocupa la cara de levante, accediendo al cuerpo de campanas a través de una trampilla con tapa metálica. Al interior, la cubierta presenta armadura a cuatro aguas con limas bordón, un pequeño almizate central con trabajo de lazo y codales en los vértices de apoyo.

Al día de la fecha, el presbiterio está cubierto con una chapa ondulada colocada tras el hundimiento parcial del tejado en 2010. Otros refuerzos provisionales han sido necesarios en distintas zonas de la cubierta, afectando a la totalidad de la misma. El deterioro es considerable y el mantenimiento que se está llevando a cabo sólo permite garantizar su estabilidad de modo precario.

Las afecciones por humedades tanto de filtraciones de la cubierta como por capilaridad en los muros, se mantienen aun cuando se han reducido desde las obras de colocación de la chapa ondulada, las primeras y la intervención perimetral al exterior de los muros norte, este y oeste, las segundas; ambas realizadas en 2011.

Además de las descritas humedades, se localizan otras muchas patologías; las cubiertas están inservibles; fisuras, consecuencia de movimientos estructurales de otras fechas; revestimientos degradados con desprendimientos en bastantes paramentos, principalmente al exterior; revocos de cemento y otras agresiones; pavimentos degradados, instalaciones obsoletas y carpinterías arruinadas.

LAS CUBIERTAS DE LA IGLESIA desde 1932.

Queda descrito con anterioridad como el incendio provocado el 10 de agosto de 1932 acaba arruinando las cubiertas de la nave principal, capillas laterales y módulos anejos, y provocando posteriormente, a consecuencia de los daños ocasionados, el hundimiento de la bóveda gótica nevada de dos vueltas que cubría el ámbito del presbiterio.

De esta doble bóveda quedan, tan sólo, los majestuosos arranques constituidos por las trompas de encuentro con los paramentos, los triángulos curvilíneos y el inicio de los racimos de nervios que la configuraban. Además, disponemos de la extraordinaria referencia que supone la acuarela que realizó Gerald Palmer a principios del s. XX.

Tras el incendio de la iglesia en agosto de 1932, se suceden numerosos intentos de recuperar el edificio desde distintas instancias -públicas y privadas-, si lograr ninguna de ellas la capacidad para intervenir convenientemente al no disponer de un respaldo económico suficiente.

El 3 de septiembre de 1932, el arquitecto granadino Francisco Prieto-Moreno publica un artículo en el Heraldo de Madrid titulado «Una pérdida irreparable. San Nicolás del Albayzín«, en el que realiza una descripción de la iglesia y su entorno, explica los daños sufridos por el templo y propone una serie de medidas que habría que tomar para su urgente restauración.

Durante los siguientes 15 años, surgen las iniciativas de numerosos ciudadanos e instituciones para promover la recuperación del inmueble, con la colaboración de ilustres personajes de la Granada de la época. Torres Balbás realiza un levantamiento planimétrico de la iglesia en 1934; Jesús Bermúdez Pareja en mayo de 1935 presenta en el Ayuntamiento de Granada, en nombre del Comité pro-restauración de San Nicolás, un primer documento técnico firmado por Francisco Prieto-Moreno, para la recuperación de la iglesia, solicitando licencia de obras (el posterior estallido de la guerra civil impedirá que se lleven a cabo en su totalidad); en junio de ese mismo año se inaugura en el Centro artístico y Literario de la ciudad una exposición de planos, pinturas y fotografías relativas a la iglesia de San Nicolás, acto al que asisten el alcalde Vega Rabanillo y el rector Marín Ocete; en mayo de 1937, se solicita ayuda al Ayuntamiento para la restauración de la iglesia mediante escrito firmado por Francisco Prieto-Moreno, Manuel de Falla, Antonio Marín Ocete, Ramón de Contreras y Pérez de Herrasti, iniciativa que será respaldada por la Dirección General de Bellas Artes en Granada; Antonio Gallego Burín, Fernando Wihelmi Manzano, Miguel Castillo Moreno y otros muchos se interesaron por la restauración de la iglesia.

Sin embargo, no es hasta 1947 cuando se consigue cubrir la nave principal de la iglesia y habrá que esperar hasta 1957 (presbiterio) y 1958 (capillas laterales) para ver la iglesia cubierta en su totalidad con proyectos ambos de Francisco Prieto-Moreno.

Sin embargo, las tradicionales patologías del edificio no tardaron en manifestarse nuevamente. Sucesivas filtraciones de agua a través de las cubiertas obligan a diversas reparaciones puntuales y a una intervención de mayor envergadura en el año 2000. Así mismo, continúan apreciándose importantes humedades en muros y paramentos.

Pese a los numerosos intentos por «parchear» la cubierta, su mala calidad constructiva provoca desprendimientos en el ámbito del presbiterio en 2006, quedando clausurado el acceso de los fieles a esta zona; el hundimiento parcial de la misma en 2009 así como afecciones considerables en las capillas laterales y la nave principal forzó la interrupción del culto y el cierre del templo.

Un nuevo hundimiento en la cubrición de la capilla mayor (2010) obliga a otra intervención de emergencia en la que se desmonta la cubierta del presbiterio y se sustituye por una estructura metálica provisional sobre la que se dispone placa ondulada.

No es hasta 2016 cuando, tramitado todo el expediente y habiendo obtenido el informe favorable de la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico y la Licencia Municipal de Obras, se inician los trabajos para la completa restauración del inmueble que se prolongan durante tres años.

El proceso continuaría con la adecuación de las capillas laterales y el fondo del presbiterio, habida cuenta que el templo carecía de ornamentación propia por haber quedado reducida a cenizas durante el incendio de 1932.

Así las cosas, se procede a desarrollar la configuración iconográfica de la iglesia, cuando sobrevino la pandemia que complico dicho proceso aun cuando se pudieron acometer las intervenciones correspondientes al altar mayor y dos de las capillas laterales.

 

PROPUESTA DE INTERVENCIÓN

El Proyecto de Rehabilitación y Puesta en valor de la Iglesia de San Nicolás busca la recuperación global del templo, tanto desde el punto de vista espacial como en lo que atañe a estructura, instalaciones, revestimientos y el propio uso del mismo. 

Se quiere asumir el proceso de deterioro del inmueble, especialmente el incendio de 1932 y superar todas las circunstancias que tuvieron como consecuencia ese fatal desenlace. Para ello, tras un extenso análisis de las alternativas existentes, opta por mantener los arranques de la bóveda, integrarlos formal y espacialmente en la solución adoptada y respetar exteriormente el perfil del edificio de modo que la propuesta a desarrollar no altere la imagen urbana del conjunto.

Así mismo, y desde el mayor compromiso con las prexistencias, se considera adecuado apostar por una intervención que dignifique el inmueble, lo dote de la singularidad que merece y le aporte una actualización formal y constructiva propia del momento en que se interviene, principalmente en cuanto al interior de la cubierta se refiere. La vinculación de la propuesta con los arranques de la bóveda que aún se mantienen para a configurarse como el elemento vertebrador de la solución adoptada.

Como recoge el documento «Solicitud 02 de Informe previo para el Proyecto de restauración y puesta en valor de la Iglesia de San Nicolás de Granada«, informado favorablemente por la

Comisión Provincial del Patrimonio Histórico de Granada, en sesión ordinaria celebrada el 13 de febrero de 2014, surge, la posibilidad de recuperar el espacio interior de la iglesia en su configuración volumétrica, reproduciendo la bóveda original, pero, y este es el criterio que aplica el proyecto, desde un lenguaje nuevo que integre las prexistencias, sin diluirlas, y aporte nuevos valores tanto formales como conceptuales.

En contraposición a la piedra-ladrillo de los arranques de la bóveda y su carácter denso y masivo, buscamos un material ligero que sugiera un sentido trascendente de la cubierta y que permita jugar con la luz, referencia ineludible en la arquitectura de nuestro siglo y, a su vez, elemento tradicional de composición y simbolismo en los espacios religiosos y particularmente del gótico medieval.

La construcción de una bóveda de material traslúcido sobre los arranques existentes conseguiría una renovación completa del espacio del presbiterio y por extensión de toda la iglesia. Desde el punto de vista arquitectónico, se trataría de un material moderno que posibilite añadir matices de color, luces, trasparencias y vibraciones que aporten una nueva dimensión al volumen y refuercen ese diálogo con las prexistencias. La componente mística o trascendente de la edificación queda remarcada por esa relación con la luz (Cristo resucitado) y la superación de la tragedia (piedra en ruinas) mediante la recuperación del espacio original.

No se trata de recurrir a las vidrieras tradicionales que, si bien entenderíamos justificadas por encontrarnos en un templo, volverían a adolecer de ese «historicismo» que frecuentemente merodea en las intervenciones en patrimonio frente a otras posiciones más cercanas a la arquitectura contemporánea. Tampoco se pretende irrumpir en el inmueble sin orden ni criterio. Al ámbito del altar mayor le corresponde ser, desde el punto de vista litúrgico, el lugar preminente del templo, aspecto éste que se intensifica por la propia configuración de la construcción, de modo que focalizar el centro de interés del edificio en el presbiterio, favorece el entendimiento funcional y conceptual de la iglesia.

La recuperación del espacio -volumen- del altar mayor, mediante la reproducción de la forma original, asienta la propuesta sobre un fundamento riguroso y contextualiza la intervención vinculándola a las prexistencias; la utilización de nuevos materiales y la incorporación de la luz natural, son factores que actualizan el edificio, lo ennoblecen y le aportan la renovación necesaria para su definitiva puesta en valor.

La cubierta existente actualmente en la iglesia de San Nicolás -y particularmente la del presbiterio- no tiene ningún valor intrínseco puesto que, como queda acreditado en este documento, se trata de una pobre reconstrucción sin criterio ni calidad, ejecutada en la segunda mitad del pasado siglo XX. No obstante, esta cubierta en su conjunto, aporta una componente que estimamos de gran interés y por tanto, digna de consideración y conservación, se trata de su relación con el entorno urbano.

La imagen urbana de la edificación y su integración en el paisaje están completamente consolidadas e incorporadas al acervo cultural del barrio del Albaicín y de la propia ciudad de Granada. No en vano, la vista que de esta zona se observa desde la Alhambra, en la que la iglesia de San Nicolás ocupa una posición casi central, es una de las panorámicas más fotografías de la ciudad.

En efecto, la intervención en el interior de la iglesia mediante la recuperación espacial de la bóveda de la capilla mayor, no supone asumir modificación alguna en el perfil externo del templo; al contrario, la propuesta que realiza el proyecto es mantener esa configuración urbana del edificio tanto en volúmenes como en acabado e incluso colores y texturas. La iglesia de San Nicolás es blanca y con los aleros rojo almagra y entendemos que así debe seguir siendo.

En cuanto a las cubiertas de la nave principal en el ámbito de los fieles, capillas laterales y anejos, se renovarán completamente utilizando técnicas constructivas actuales, compatibles con la cualificación y materiales del templo, acabándose con teja cerámica árabe. En la nave quedará vista la tablazón de madera, recuperando el color que tuvo en su momento la armadura mudéjar que la cubría.

Se renovarán los revestimientos, eliminando los revocos con morteros de cemento y sustituyéndolos por morteros de cal.

Se ejecutará pavimento de mármol, con regularización de niveles, previo relleno de grava para evitar humedades.

Se dotará al inmueble de las instalaciones necesarias para su funcionamiento adecuado incluyendo la renovación del aseo existente: electricidad, iluminación, climatización, protección contra incendios, fontanería, saneamiento; a destacar la necesaria instalación de protección contra el rayo que por la singular ubicación del edificio resulta imprescindible.

La bóveda del presbiterio

El aspecto más singular de la propuesta se centra en la materialización de la restitución de la bóveda del altar mayor. La preponderancia de este ámbito en relación con el resto del templo no es sólo formal, sino que deriva del propio uso litúrgico.

Esta consideración es recogida, desde el principio, en la línea argumental de la intervención. No en vano, se ha realizado un importante estudio de opciones relativo tanto a la formalización del volumen como a los materiales que habrán de constituirlo, para aportar la significación prevista. En este sentido, se considera que la materialización cromática de la bóveda debe llevarse a cabo por un auténtico especialista en la materia, tanto de las artes plásticas como del dominio y buen manejo del color (contrastes, saturaciones, tonos, transiciones, degradados, «drippings», etc.) y del propio entendimiento del simbolismo que se le quiere dotar.

El técnico que suscribe se honra en contar con la colaboración de D. Jesús Conde Ayala, artista de renombre, doctor y profesor titular en la Facultad de Bellas Artes Alonso Cano de Granada, miembro de la Real Academia de Bellas Artes Nª Sra. de las Angustias de Granada, quien está ya realizando bocetos y estudios previos del color de la bóveda